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jueves, 29 de abril de 2021

PLATON


(Atenas, 427 - 347 a. C.) Filósofo griego. Junto con su maestro Sócrates y su discípulo Aristóteles, Platón es la figura central de los tres grandes pensadores en que se asienta toda la tradición filosófica europea, Nacido en el seno de una familia aristocrática, Platón abandonó su inicial vocación política y sus aficiones literarias por la filosofía, atraído por Sócrates: fue su discípulo desde los veinte años y se enfrentó abiertamente a los sofistas (Protágoras, Gorgias). Tras la condena a muerte de Sócrates (399 a. C.), huyó de Atenas y se apartó completamente de la vida pública; no obstante, los temas políticos ocuparon siempre un lugar central en su pensamiento, y llegó a concebir un modelo ideal de Estado. Platón nació en Atenas, en el 427 a.C., en el seno de una familia aristocrática, tal vez la más rica de la ciudad de su tiempo, y su verdadero nombre parece haber sido Aristocles, que era también el nombre de su abuelo. Su linaje se remontaba, por vía paterna, al mítico rey Codro, fundador de Atenas, y por parte de su madre descendía del legislador Solón, otro de los Siete Sabios. La familia materna, además, estaba vinculada al partido oligárquico y sus tíos formaron parte del brutal gobierno de los Treinta Tiranos, instaurado en el año 404 a.C. tras la derrota de Atenas a manos de Esparta en la guerra del Peloponeso. El sobrenombre de Platón se lo puso su maestro de gimnasia a causa de su vigor físico, dado que, en griego, platos significa algo así como amplitud, vastedad

Buena parte del vocabulario de la filosofía vio la luz en los diálogos platónicos. Fue Platón el primero en acuñar conceptos como alma (que en griego es psiqué, soplo o aliento) o dialéctica (que significa situar el logos, la razón, en día, a través de o mutuamente). Asimismo, uno puede tener ideas (de eidos, que significa el aspecto de una cosa; su forma típica) porque Platón introdujo este concepto en nuestra tradición. O puede enamorarse platónicamente gracias al elogio del amor no físico que incluyó en una de sus obras más célebres, el Banquete.

Para lanzarse a explorar el universo platónico es necesario familiarizarse con la conocida teoría de las Ideas o de las Formas. Esta teoría no aparece expresada explícitamente como tal, ni se recoge en un texto canónico de forma íntegra, sino que Platón la va presentando en cada diálogo. Para Platón, la Idea no es algo que solo existe en la mente, sino una entidad que tiene existencia objetiva. La idea de Belleza, por ejemplo, no es un mero concepto mental, sino que existe por sí misma, independiente de los objetos sensibles que consideramos bellos. Las Ideas son las causas de las cosas: como ya se ha apuntado antes, las cosas bellas son así porque imitan o participan de la idea de Belleza. Las Ideas son eternas e inmutables, y solo pueden captarse a través del entendimiento. El mundo de las Ideas está organizado jerárquicamente en función de la idea suprema de Bien, que se identifica con la Verdad y la Belleza.

Platón defendió que el amor es el sentido mismo de la filosofía, ya que nos conduce a las Ideas. El objeto del amor es la belleza, y la verdad del amor no se encuentra en la belleza de los cuerpos, sino en la de las almas. Platón no solo habla de Ideas, sino que también se preocupa del hombre: el dualismo platónico se traduce en el dualismo entre cuerpo y alma. Para el filósofo, el hombre es un compuesto de dos realidades: cuerpo y alma. El cuerpo es de naturaleza material y pertenece al mundo sensible, mientras que el alma es de naturaleza espiritual y procede del mundo de las Ideas. Por lo tanto, estar junto al cuerpo no es natural para el alma, y mientras permanece atada a él, desea escapar para volver a su lugar de origen, siempre que lo recuerde. El recuerdo, o reminiscencia, es la posibilidad Introducción de captar las Ideas que el alma contempló antes de llegar al mundo sensible. Platón considera que conocer es recordar.

Platón fundo una institución revolucionaria para la época, la Academia, mezcla de santuario dedicado a las musas y de escuela para jóvenes aspirantes a políticos. Así llamada por estar situada en un paraje, parece que bastante insalubre, propiedad de los herederos de un héroe ateniense llamado Academos, la Academia fue desde ese momento el centro de la actividad de Platón y puede considerarse la primera universidad del mundo.

En el ámbito político la teoría de Platón insiste en que la única forma de luchar contra la crisis de la ciudad es una ley objetiva, racional y derivada de la naturaleza misma de los humanos. Pero esa ley significa también, y en primer lugar, la superación de la subjetividad. Platón fue el primero en transitar desde una concepción de la política limitada a la administración del poder a otra preocupada por su propio fundamento. Hacer política, en el sentido platónico de ese concepto, es actuar poniendo la ley y la racionalidad en el lugar donde los malos gobernantes sitúan tan solo la gestión de los intereses. En la filosofía platónica, el poder, entendido como dominio, es una de las facetas menos importantes de la acción política. El auténtico poder es el de la razón, el conocimiento y la verdad. En la política de Platón existe algo que puede denominarse la verdad y que es conocido por el alma racional. Platón vincula el poder a esa verdad: solo quien gobierna desde el conocimiento del alma será, estrictamente hablando, un buen político. El alma y el conocimiento constituyen el único fundamento racional del saber político.

Si algo marcó en profundidad la vida y la obra de Platón fue su relación con Sócrates (470-399 a.C.) y, específicamente, las circunstancias de la muerte de este. Acusado de no creer en los dioses de la ciudad, de hacer buena la mala causa y de corromper intelectualmente a los jóvenes, Sócrates fue condenado a beber cicuta, un asesinato filosófico que determinó en buena medida el pensamiento político de Platón y, en particular, su valoración de la democracia.

Platón aprendió en las paradojas socráticas que la verdad es el producto de un proceso de investigación dialéctico, es decir, que consistía en la clarificación del conocimiento a través del diálogo. Habrá, sin embargo, algo que les separe. El esfuerzo socrático es claramente didáctico. Se trata de educar al hombre porque, cuando descubre la realidad del alma, aparece con claridad que nadie hace el mal a sabiendas. La auténtica filosofía es pedagogía y hay que cambiar a cada hombre para lograr una transformación de la sociedad. Platón, en cambio, sin dejar de insistir en la importancia de la educación, se centrará en la política. Su instrumento para cambiar la sociedad es colectivo: las leyes justas son lo único que puede acabar forjando hombres justos.

Por otro lado la política platónica está pensada desde las Ideas y desde el alma. Platón consideraba que solo si conseguimos que cada ser humano tome conciencia de su alma eterna dispondremos de un buen argumento (e incluso de un excelente resorte psicológico) para animarles a seguir la Ley también eterna. El proyecto platónico, y el establecimiento de una Ciudad justa, requerían la construcción de nuevos mitos, pero especialmente de nuevos mitologemas, es decir, los modelos morales sobre los que se sustentan las narraciones míticas.

Platón fue a la vez amigo de los mitos, entendidos como enseñanza moral, y enemigo de los mitógrafos, en tanto que inventores de falsos mundos. Y lo mismo sucede con los poetas y los artistas. Le gustaba la poesía si servía a la educación de los ciudadanos y si promovía el respeto a los dioses, pero censuraba a los poetas, por engañadores. Era necesario construir nuevas y hermosas «mentiras» para justificar que la Ciudad debía fundamentarse en el alma y en la razón, en vez de hacerlo en la violencia como en la tradición homérica. Si Platón se opuso a los poetas hasta expulsarlos de la Ciudad justa es porque consideraba la poesía como una especie de «veneno para la mente». La señoría sobre uno mismo, la areté propia de los grandes hombres resulta incompatible con los excesos líricos y la emotividad. Poetizar, es decir, caer en manos de lo que el filósofo denomina «la musa dulzona», era una manera de confundir la metáfora con el concepto que finalmente podía resultar peligrosa para el conocimiento de la verdad. El auténtico conocimiento no es, en Platón, de carácter sensible, sino que depende de su proximidad a una Idea trascendente. Lo que ofrece la poesía son simplemente opiniones, sentimientos que cambian y se extinguen. A Platón le interesaba otro ámbito: el de lo permanente y trascendente.

Recordemos la máxima platónica de que todo cuanto existe en el mundo material y sensible es imperfecto, lo que conlleva que la política también lo sea. La Ciudad platónica debe evitar al máximo las pasiones irracionales, entre ellas, la violencia, y regirse por la eunomía, la buena ley que surge del convencimiento moral. Solo la educación puede grabar para siempre las convicciones justas en el alma de los hombres. Platón decía que en un Estado con lujo hay más gente enferma y se necesitan más médicos que en uno austero. También afirmaba que los Estados necesitan que quienes viven en la Ciudad se esfuercen en practicar la Justicia, la cual, entendida al modo de Platón, no consiste en dar lo mismo a cada uno sino a dar a cada clase aquello que sea necesario para mantener el equilibrio general.

En el ámbito afectivo el amor en Platón no es, por tanto, una mera relación entre dos, amante y amado, sino que forma un triángulo cuyo tercer elemento son las Ideas. Amante y amado se compenetran y se identifican por su relación con el tercer vértice de ese peculiar triángulo, que es el Bien. Si los cuerpos se aman y se desean mutuamente es porque convergen en el amor del conocimiento y de las Ideas (el Bien, la Justicia). Lo que atrae a dos cuerpos que se aman es, al fin, el amor por la Idea que los une. De ese modo, los amantes mantienen el vínculo entre ellos incluso cuando el cuerpo declina porque lo que realmente aman y desean es el conocimiento. Esa tesis tiene una particular importancia no solo a la hora de explicar las relaciones humanas que perduran en el tiempo, sino en el ámbito de la educación. En el modelo platónico de pedagogía, la relación entre maestro y alumno se sustenta en el mutuo amor por el conocimiento y no en la admiración personal, todo ello contribuyó a la eternización de la frase AMOR PLATONICO.

La pedagogía es en Platón un acto de amor que configura el alma y la lleva a optar por el mayor bien que es el del conocimiento de las Ideas. Por eso mismo, el acto educativo tiene una estructura tripartita. No es que el discípulo ame al maestro y viceversa, sino que ambos aman el saber y por eso se complementan. Un hombre sabio será también un hombre feliz. Mediante la educación el alma despliega sus cualidades más profundas y, por eso mismo, educar a alguien exige amarle en el sentido más filosófico del Eros. Quien educa se limita a sujetar el cuerpo al alma, o a reprimir el deseo. Educar es querer lo mejor para el alma y hacerla crecer de que amar el saber. forma profundamente armónica. Los contenidos educativos no son mercancías que puedan comprarse o venderse sino el alimento del alma. Los conocimientos son deseables, no en una perspectiva utilitaria o inmediata, sino como muestra de perfección humana. El saber, en Platón, transforma el alma.

La grandeza de la filosofía platónica radica sobre todo en su profunda convicción de la existencia de una realidad trascendente, suprasensible, como causa y explicación del mundo sensible. Tal convencida afirmación, defendida con fuerza desde enfoques distintos en sus diálogos, supuso una revolución para la historia del pensamiento y marcó la posterior comprensión filosófica de la realidad: el mundo sensible, también el hombre y su alma, es entendido desde una nueva perspectiva, porque causado, derivado de la realidad trascendente; el problema del conocimiento adquirió una dimensión más precisa y también la felicidad humana, la ética y la política se vieron notablemente enriquecidas; Dios y lo divino son pensados, por primera vez, como realidades inmateriales.


 

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