La ley del Talión, promulgada varios siglos antes
de nuestra era, se basa en la idea de que el castigo es el medio idóneo para
hacer justicia. Dicho castigo debe causar un daño similar al que provocó quien
hizo una ofensa o cometió un delito. La ley del Talión se conoce más
popularmente por cómo fue expresada en La Biblia: “Ojo por ojo y diente por
diente”. Hace referencia a un antiquísimo principio de justicia en el que un
daño hecho debía recibir como respuesta un daño idéntico. El que quita la vida
debe ser condenado a muerte y así sucesivamente.
Lo que hay en esta Ley es un cierto principio de
proporcionalidad entre el delito cometido y la pena impuesta por ello. La
palabra “Talión” proviene de la raíz latina talis-tale, que significa
‘semejante’ o ‘igual’. Propone que un mal acto debe ser contestado con otro mal
acto de la misma estirpe. Producto de esta situación es que emerge la ley del
Talión la cual se instauró para regular los sentimientos de venganza, ya que
esta podía ser despiadada. Por lo mismo, se requería fijar un límite y el
Talión sirvió para ese propósito.
La primera vez que se habla de la ley del Talión es
en el famoso Código Hammurabi, elaborado por el rey de Babilonia que tenía ese
mismo nombre, 16 siglos antes de nuestra era. La leyenda dice que el monarca
recibió el Código de manos del dios Shamash en persona. Está compuesto por 282
normas y el grabado original de las mismas se conserva en el Museo del Louvre. En
principio todo parecía claro, pero pronto fue evidente que había conductas a
las que era imposible aplicarles la ley del Talión. Por ejemplo, si alguien
robaba, no era posible robarle a él para que todo quedara compensado. Si
alguien mentía, también era muy complicado llevar a cabo algún acto que causara
el mismo daño ocasionado en origen.
De este modo surgieron también las compensaciones
indirectas, es decir, medios para que el ofendido se sintiera compensado,
aunque esto no correspondiera exactamente con el daño causado. Así, a quien
robaba se le cortaban las manos, o al que mentía se le cortaba la lengua. Estas
normas pasaron casi sin ningún cambio al Derecho Romano. El principio de la ley
del Talión parece dar lugar a ese sentido de justicia que toda sociedad
requiere. Sin embargo, había delitos imposibles de compensar, como la traición,
por ejemplo. Asimismo, se estableció que la ley no se aplicaba de igual manera
para todos los hombres.
Por ejemplo, si un hombre le reventaba un ojo a
otro hombre, se le reventaría un ojo también a él como castigo. Pero si lo
hacía con un esclavo, la pena era pagarle la mitad del precio del esclavo al
dueño de este. Así mismo, si un hombre ayudaba a escapar a un esclavo, recibía
a cambio la pena de muerte. La supuesta equidad que pretendía generar esta ley
no era realmente tan clara. Por regla general, las penas eran más duras para
las mujeres y para los esclavos. Aunque la ley pregonara la igualdad, la propia
sociedad en la que se aplicaba era inequitativa, por lo cual todo quedaba
enmarcado en una contradicción irremediable. Sea como fuere, la ley del Talión
determina el principio básico de la llamada “justicia retributiva”. Este tipo
de justicia es el que terminó imponiéndose en la mayoría de las sociedades
modernas. Se basa en la idea de que ante una falta o delito debe haber una
retribución proporcional, sin importar si esto produce beneficios objetivos
para el afectado. Así, matar al que mató satisface el deseo de venganza de los
ofendidos, pero ni le devuelve la vida al muerto ni tampoco repara la pérdida
para sus deudos. Sin embargo, muchas sociedades han apostado a que es
suficiente con satisfacer ese deseo de venganza básico. Con ello buscan, no
exactamente la reparación del daño, sino un beneficio colectivo futuro: que los
individuos se persuadan de la importancia de cumplir las normas, para no ser
objeto de los castigos preceptuados. Como en los tiempos de Hammurabi, este
tipo de justicia se ha mostrado ineficaz en muchas circunstancias.
Por ejemplo, está probado que, teniendo en cuenta
los datos de los países en donde ha habido pena de muerte, esta no minimiza no
necesariamente reduce el número de homicidios. Asimismo, las sanciones no
impiden delitos como la pederastia o el robo. Las perspectivas de justicia más
modernas no buscan tanto la sanción, sino la restauración de los derechos, la
reparación y la rehabilitación del condenado.
Entre los hebreos fue rigurosa la aplicación del
talión no tanto entre los antiguos griegos y romanos. Fue acogida para ciertos
delincuentes en el derecho canónico y recibida por la ley de Partidas. Se
comprende sin esfuerzo que con relación a determinados delitos tal como se mencionó
líneas antes (rapto, violación, adulterio, etc.) era imposible el talión. Aún
en aquellos pueblos que mantuvieron semejante pena, fue abandonándosela por
desuso, pues, en verdad, sólo se explicaba en plena barbarie.
Como toda demasía necesita justificarse, y no falta
quien formule la base doctrinaria de todo sistema de iniquidad, he aquí las
palabras con que el Fuero Juzgo daba la razón talionaria: "La cruel
temeridad de algunos debe vengarse con penas crueles legalmente, porque
temiendo sufrir cada uno el daño que haga, se abstendrá de los delitos".
La respuesta que da la Biblia
La ley del “ojo por ojo” formaba parte de las leyes
que Dios dio a los israelitas mediante Moisés. Además, Jesús la mencionó en el
Sermón del Monte (Mateo 5:38; Éxodo 21:24, 25; Deuteronomio 19:21). Según esta
ley, el castigo que se imponía a un malhechor tenía que ser proporcional al mal
que había cometido.
Esta ley se aplicaba a quienes hacían daño a
propósito a otras personas. En esos casos, la Ley mosaica decía: “Fractura por
fractura, ojo por ojo, diente por diente; la misma clase de defecto que le cause
al hombre, eso es lo que se le debe causar a él” (Levítico 24:20).
¿Cuál era el objetivo de la ley del “ojo por ojo”?
La ley del “ojo por ojo” no daba permiso para
vengarse. Más bien, ayudaba a los jueces nombrados a imponer castigos
apropiados, ni demasiado severos ni demasiado blandos.
Esta ley también servía como medida disuasoria para
los que hicieran daño a otros de manera intencionada o estuvieran pensando en
hacerlo. Como la Ley misma explicaba, quienes vieran cómo se ponía en práctica
la justicia de Dios tendrían miedo y nunca volverían a “hacer ninguna cosa mala
como esta” (Deuteronomio 19:20).
¿Deben
seguir los cristianos la ley del “ojo por ojo”?
No, los cristianos ya no están obligados a seguir
esta ley. Era parte de la Ley mosaica, que quedó anulada con la muerte de Jesús
(Romanos 10:4).
De todos modos, esta ley nos ayuda a entender la
manera de pensar de Dios. Por ejemplo, muestra que Dios valora la justicia
(Salmo 89:14). También nos enseña que él considera justo que quienes hacen algo
malo deben ser castigados “hasta el grado debido” (Jeremías 30:11).
La verdad es que esta ley no favorecía que se
aplicara la justicia de manera severa ni cruel. De hecho, cuando se aplicaba
correctamente, los jueces nombrados solo podían decidir el castigo después de
analizar las circunstancias y el grado de intencionalidad del ofensor (Éxodo
21:28-30; Números 35:22-25). Por lo tanto, la ley del “ojo por ojo” evitaba que
se impusieran castigos excesivos.
La Ley mosaica decía: “No debes tomar venganza ni
tener rencor contra los hijos de tu pueblo” (Levítico 19:18). Así que, en vez
de promover la venganza personal, la Ley animaba a confiar en Dios y en el
sistema legal que él había establecido para corregir cualquier mal (Deuteronomio
32:35).
Jesús
corrige una forma de pensar equivocada
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