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domingo, 18 de abril de 2021

LA LEY DEL TALIÓN

La Ley de Talion ojo por ojo, diente por diente

La ley del Talión, promulgada varios siglos antes de nuestra era, se basa en la idea de que el castigo es el medio idóneo para hacer justicia. Dicho castigo debe causar un daño similar al que provocó quien hizo una ofensa o cometió un delito. La ley del Talión se conoce más popularmente por cómo fue expresada en La Biblia: “Ojo por ojo y diente por diente”. Hace referencia a un antiquísimo principio de justicia en el que un daño hecho debía recibir como respuesta un daño idéntico. El que quita la vida debe ser condenado a muerte y así sucesivamente.


Lo que hay en esta Ley es un cierto principio de proporcionalidad entre el delito cometido y la pena impuesta por ello. La palabra “Talión” proviene de la raíz latina talis-tale, que significa ‘semejante’ o ‘igual’. Propone que un mal acto debe ser contestado con otro mal acto de la misma estirpe. Producto de esta situación es que emerge la ley del Talión la cual se instauró para regular los sentimientos de venganza, ya que esta podía ser despiadada. Por lo mismo, se requería fijar un límite y el Talión sirvió para ese propósito.


La primera vez que se habla de la ley del Talión es en el famoso Código Hammurabi, elaborado por el rey de Babilonia que tenía ese mismo nombre, 16 siglos antes de nuestra era. La leyenda dice que el monarca recibió el Código de manos del dios Shamash en persona. Está compuesto por 282 normas y el grabado original de las mismas se conserva en el Museo del Louvre. En principio todo parecía claro, pero pronto fue evidente que había conductas a las que era imposible aplicarles la ley del Talión. Por ejemplo, si alguien robaba, no era posible robarle a él para que todo quedara compensado. Si alguien mentía, también era muy complicado llevar a cabo algún acto que causara el mismo daño ocasionado en origen.


De este modo surgieron también las compensaciones indirectas, es decir, medios para que el ofendido se sintiera compensado, aunque esto no correspondiera exactamente con el daño causado. Así, a quien robaba se le cortaban las manos, o al que mentía se le cortaba la lengua. Estas normas pasaron casi sin ningún cambio al Derecho Romano. El principio de la ley del Talión parece dar lugar a ese sentido de justicia que toda sociedad requiere. Sin embargo, había delitos imposibles de compensar, como la traición, por ejemplo. Asimismo, se estableció que la ley no se aplicaba de igual manera para todos los hombres.


Por ejemplo, si un hombre le reventaba un ojo a otro hombre, se le reventaría un ojo también a él como castigo. Pero si lo hacía con un esclavo, la pena era pagarle la mitad del precio del esclavo al dueño de este. Así mismo, si un hombre ayudaba a escapar a un esclavo, recibía a cambio la pena de muerte. La supuesta equidad que pretendía generar esta ley no era realmente tan clara. Por regla general, las penas eran más duras para las mujeres y para los esclavos. Aunque la ley pregonara la igualdad, la propia sociedad en la que se aplicaba era inequitativa, por lo cual todo quedaba enmarcado en una contradicción irremediable. Sea como fuere, la ley del Talión determina el principio básico de la llamada “justicia retributiva”. Este tipo de justicia es el que terminó imponiéndose en la mayoría de las sociedades modernas. Se basa en la idea de que ante una falta o delito debe haber una retribución proporcional, sin importar si esto produce beneficios objetivos para el afectado. Así, matar al que mató satisface el deseo de venganza de los ofendidos, pero ni le devuelve la vida al muerto ni tampoco repara la pérdida para sus deudos. Sin embargo, muchas sociedades han apostado a que es suficiente con satisfacer ese deseo de venganza básico. Con ello buscan, no exactamente la reparación del daño, sino un beneficio colectivo futuro: que los individuos se persuadan de la importancia de cumplir las normas, para no ser objeto de los castigos preceptuados. Como en los tiempos de Hammurabi, este tipo de justicia se ha mostrado ineficaz en muchas circunstancias.


Por ejemplo, está probado que, teniendo en cuenta los datos de los países en donde ha habido pena de muerte, esta no minimiza no necesariamente reduce el número de homicidios. Asimismo, las sanciones no impiden delitos como la pederastia o el robo. Las perspectivas de justicia más modernas no buscan tanto la sanción, sino la restauración de los derechos, la reparación y la rehabilitación del condenado.


Entre los hebreos fue rigurosa la aplicación del talión no tanto entre los antiguos griegos y romanos. Fue acogida para ciertos delincuentes en el derecho canónico y recibida por la ley de Partidas. Se comprende sin esfuerzo que con relación a determinados delitos tal como se mencionó líneas antes (rapto, violación, adulterio, etc.) era imposible el talión. Aún en aquellos pueblos que mantuvieron semejante pena, fue abandonándosela por desuso, pues, en verdad, sólo se explicaba en plena barbarie.


Como toda demasía necesita justificarse, y no falta quien formule la base doctrinaria de todo sistema de iniquidad, he aquí las palabras con que el Fuero Juzgo daba la razón talionaria: "La cruel temeridad de algunos debe vengarse con penas crueles legalmente, porque temiendo sufrir cada uno el daño que haga, se abstendrá de los delitos".


La respuesta que da la Biblia

La ley del “ojo por ojo” formaba parte de las leyes que Dios dio a los israelitas mediante Moisés. Además, Jesús la mencionó en el Sermón del Monte (Mateo 5:38; Éxodo 21:24, 25; Deuteronomio 19:21). Según esta ley, el castigo que se imponía a un malhechor tenía que ser proporcional al mal que había cometido.


Esta ley se aplicaba a quienes hacían daño a propósito a otras personas. En esos casos, la Ley mosaica decía: “Fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; la misma clase de defecto que le cause al hombre, eso es lo que se le debe causar a él” (Levítico 24:20).


¿Cuál era el objetivo de la ley del “ojo por ojo”?

La ley del “ojo por ojo” no daba permiso para vengarse. Más bien, ayudaba a los jueces nombrados a imponer castigos apropiados, ni demasiado severos ni demasiado blandos.


Esta ley también servía como medida disuasoria para los que hicieran daño a otros de manera intencionada o estuvieran pensando en hacerlo. Como la Ley misma explicaba, quienes vieran cómo se ponía en práctica la justicia de Dios tendrían miedo y nunca volverían a “hacer ninguna cosa mala como esta” (Deuteronomio 19:20).


 ¿Deben seguir los cristianos la ley del “ojo por ojo”?

No, los cristianos ya no están obligados a seguir esta ley. Era parte de la Ley mosaica, que quedó anulada con la muerte de Jesús (Romanos 10:4).

 

De todos modos, esta ley nos ayuda a entender la manera de pensar de Dios. Por ejemplo, muestra que Dios valora la justicia (Salmo 89:14). También nos enseña que él considera justo que quienes hacen algo malo deben ser castigados “hasta el grado debido” (Jeremías 30:11).


La verdad es que esta ley no favorecía que se aplicara la justicia de manera severa ni cruel. De hecho, cuando se aplicaba correctamente, los jueces nombrados solo podían decidir el castigo después de analizar las circunstancias y el grado de intencionalidad del ofensor (Éxodo 21:28-30; Números 35:22-25). Por lo tanto, la ley del “ojo por ojo” evitaba que se impusieran castigos excesivos.


La Ley mosaica decía: “No debes tomar venganza ni tener rencor contra los hijos de tu pueblo” (Levítico 19:18). Así que, en vez de promover la venganza personal, la Ley animaba a confiar en Dios y en el sistema legal que él había establecido para corregir cualquier mal (Deuteronomio 32:35).


 Jesús corrige una forma de pensar equivocada


        Jesús sabía que algunos habían malinterpretado la ley del “ojo por ojo”. Por eso, corrigió esa forma de pensar diciendo: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Sin embargo, yo les digo: No resistan al que es inicuo; antes bien, al que te dé una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mateo 5:38, 39). Fijémonos en las palabras de Jesús “oyeron ustedes que se dijo”. Al parecer, se estaba refiriendo a algunos líderes religiosos judíos que enseñaban que había que tomar represalias. Hablando de la ley del “ojo por ojo”, el erudito bíblico Adam Clarke explicó: “Parece que los judíos se sirvieron de esta ley para justificar sus resentimientos privados y todos los excesos que cometían movidos por un espíritu de venganza”. Al promover la venganza, aquellos líderes religiosos distorsionaban el propósito de la Ley de Dios (Marcos 7:13). En cambio, Jesús destacó que las leyes de Dios se basan en el amor. Dijo: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios [...]’. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a él, es este: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo’. De estos dos mandamientos pende toda la Ley” (Mateo 22:37-40). Jesús enseñó que lo que identificaría a sus verdaderos discípulos sería el amor, no la venganza (Juan 13:34, 35).


 

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