Soneto titulado “AL MARGEN DE MIS
LIBROS DE ESTUDIO”, que escribió el poeta Nicolás Guillen antes de dedicarse por completo a la literatura y
abandonar la carrera en derecho.
I
Yo, que pensaba en una blanca senda
florida,
donde esconder mi vida bajo el azul de
un sueño,
hoy pese a la inocencia de aquel dorado
empeño,
muero estudiando leyes para vivir la
vida.
Y en vez de una alegría musical de
cantares,
o de la blanca senda constelada de
flores,
aumentan mis nostalgias solemnes
profesores
y aulas llenas de alumnos alegres y
vulgares.
Pero asisto a la clase puntualmente. Me
hundo
en la enfática crítica y el debate
profundo.
Savigny,
Puchta, Ihering, Teófilo, Papiniano…
Así cubren y llenan esta vida que hoy
vivo
la ciencia complicada del
administrativo
y el libro interminable del Derecho
Romano.
Luego, en el mes de junio, la angustia
del examen.
Pomposos catedráticos en severos
estrados,
y el anónimo grupo de alumnos asustados
ante la incertidumbre tremenda de
dictamen
que juzgará el prestigio de su
sabiduría...
aplaudid aquel triunfo que el talento
pregona,
y mirad cómo a veces el dictamen corona
con un sobresaliente una testa vacía.
Deshojar cuatro años esta existencia
vana,
en que París es sueño y es realidad la
Habana;
gemir, atado al poste de la vulgaridad,
y a pesar del ensueño de luz en que me
agito,
constreñir el espíritu sediento de
infinito
a las angostas aulas de una Universidad.
III
¿Y después? Junto a un título flamante
de abogado,
irá el pobre poeta con su melancolía
a hundirse en la ignorancia de alguna
notaría,
o a sepultar sus ansias en la paz de un
juzgado.
Lejos del luminoso consuelo de la rosa,
de la estrella, del ave, de la linfa,
del trino,
toda la poesía de mi anhelo divino
será un desesperante montón de baja
prosa.
Y pensar que si entonces la idealidad
de un ala
musical, en la noche de mi pecho
resbala
o me cita la urgente musa del madrigal,
tendré que ahogar, señores, mi lírica
demencia
en los considerandos de una vulgar
sentencia,
o en un estrecho artículo del Código
Penal...
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