Sé que usted piensa que pedirle una provisión de
fondos es abusivo, pero más abusivo resulta hacer un trabajo largo y penoso sin
tener garantías de cobrarlo.
Sé que usted piensa que no le informo del
desarrollo del litigio, pero quizá no acaba de percatarse que queda fuera de la
disposición de este abogado el impulso del pleito y la resolución de los
recursos.
Sé que usted al leer la sentencia con la que gana
el juicio, le parecen excesivos mis honorarios, pero quizá no recuerda que
cuando vino a mi despacho afirmó que pagaría lo que fuese porque lo
consiguiese.
Sé que usted al leer la sentencia con la que pierde
el juicio, cree que no he hecho lo que debía y que ha tirado el dinero, pero
quizá olvida que su contrario cuenta con otro abogado y que existe un juez, y
ninguno somos infalibles.
Sé que usted anda propagando que si el juicio se
iba a perder, y cargando con las costas del contrario, no debía haber asumido
su caso, pero yo no iré diciendo que en mi despacho le advertí con insistencia
que era un caso perdido, aunque usted insistió en luchar a toda costa.
Sé que usted piensa que, como me trajo los
documentos al despacho mi trabajo consistía en presentarlos, pero olvida que
por traer las patatas no se hace la tortilla.
Sé que usted opina que no he actuado con
diligencia, pero ya le dije tras leer la sentencia desestimatoria, que usted no
me explicó porqué me ocultó datos y pruebas decisivas que iban contra sus
intereses, impidiéndome valorar sus consecuencias.
Sé que usted vino a mi despacho decenas de veces y
que le informaron que no pude recibirle. También sé que me envió decenas de
correos electrónicos. Quizá deberá saber que de los asuntos se informa cuando
se mueven judicialmente y no por mucho gritar avanzan más rápido. Como también
debería tener presente que hay otros clientes cuyo caso reclama atención.
Sé que me telefoneó el mismo día cuatro veces para
contarme detalles que a su vecino le parecían de interés. No le cogí el
teléfono porque quizá usted olvidó que era domingo y día de Navidad.
Sé que usted conoce a otras personas que ganaron
litigios que usted asegura eran iguales, pero me temo que no hay dos gotas de
agua iguales ni dos litigios idénticos, ni clientes iguales a usted.
Sé que usted piensa que no me he tomado su caso con
interés, pero lo cierto es que usted no ha estado a mis espaldas las decenas de
horas que he estado leyendo documentos, consultando leyes y planeando la
estrategia para defender sus intereses.
Sé que un amigo suyo graduado en derecho, y que
trabaja en una agencia de viajes, le ha indicado qué camino debo seguir en el
litigio. Me temo que su amigo no le ha dicho que no es lo mismo tener estudios
de derecho que ser abogado, como no es lo mismo ser aficionado a los toros que
torero.
Sé que usted cree que todos los abogados somos
enredadores, pero no se imagina usted lo enredadores que son muchos clientes,
como tampoco recuerda el enredo de su problema fue precisamente lo que le trajo
a mi despacho.
Sé que usted cree que cobrarle por un papelito, por
un informe o una respuesta, lo considera abusivo, pero también debería reparar
en que es un papelito la receta del médico, el acta del notario o su título
académico de ingeniero, y no por ello le parece a usted caro que se cobre por
los servicios.
Sé que le dicen que el abogado le ha metido en este
embrollo, pero fue usted quien llamó a mi puerta y le advertí que la justicia
es lenta, costosa e incierta.
Sé que usted va diciendo que en internet encontró
más respuestas a su caso que las que yo le ofrecí, pero se le olvida que en los
foros y redes sociales hay opiniones para todos los gustos, sin aval de
formación o experiencia, y de los que nadie se responsabilizará de lo allí
dicho.
Sé que usted esperaba un descuento por venir
recomendado, pero ya bastante descuento resulta que, en nombre de ese supuesto
amigo común, acabase usted pasando constantemente por mi despacho sin cita
previa.
Sé que usted me reprocha que no tengo contactos con
los jueces para engrasar el litigio. Ignora usted que litigamos para que le
reconozcan su derecho no para que se lo arrebaten a otro, como ignora
igualmente que cuando el juez juzga, no hay amigos ni enemigos, solo un frío
mecanismo para valorar argumentos y pruebas.
Sé que usted es muy listo y cree que ha trabajado
mucho para poder pagarme mis honorarios. Bien estaría que considerase que el
abogado que le escucha ha estudiado derecho durante varios años de esfuerzo,
superado una pasantía no retribuida, se ha fogueado en la trinchera de pleitos
pequeños y desagradables, y ha tenido que mantenerse actualizado en normas que
cambian vertiginosamente.
Puedo comprender que usted, por haber perdido el
litigio, esté convencido de que la Justicia es injusta y que le cueste aceptar
la ley o sentencia que le quita su razón, pero eso no demuestra que mi defensa
haya sido mala.
En fin, que la abogacía es cosa seria. Que nadie me
ha regalado el título de graduado en derecho y debo pagar a un Colegio
profesional para que me vigile, pero también para que garantice que usted
percibe un buen servicio. Sobre todo, nadie me paga por escuchar
impertinencias, sufrir la atrevida ignorancia o soportar absurdos prejuicios.
Bastante tengo como abogado para sufrir en silencio
mis decepciones ante jueces que no estudian debidamente el caso, o ante unas
leyes que borran lo que se conquista en sentencia, como para que tenga que ser
además psiquiatra y confidente. Cuente usted con mi paciencia para explicarle
una vez más los pormenores del caso, pero no me pida que no me desahogue ante
su incomprensión de lo que es la labor del abogado.
Ah, puede usted acudir a otro abogado para
criticarme o denunciarme, aunque me temo que su nuevo abogado sabrá captar que
ahí no se detiene su peregrinaje por los bufetes. Mientras tanto seguiré
atendiendo a la inmensa mayoría de buenos clientes y brindaré por ellos con
champán francés. Buenos días.
José Ramón Chaves
Magistrado
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